martes, 25 de abril de 2017

Reconciliare


Texto de la Web de la Fundación Edades del Hombre

Su majestad la Reina doña Sofía ha inaugurado este lunes, 24 de abril, la exposición Reconcicliare, la vigésimo segunda edición de Las Edades del Hombre que hasta el mes de noviembre se celebra en Cuéllar. 
A las doce del mediodía comenzaba el acto protocolario en la iglesia de San Andrés, primera de las sedes de la exposición. Allí, la representante de la Casa Real ha sido recibido por el presidente de la Fundación Las Edades del Hombre, monseñor Jesús García Burillo y el presidente de la Junta de Castilla y León, Juan Vicente Herrera, junto con miembros del patronato de Las Edades y autoridades, religiosas, políticas, civiles, militares y sociales. 


Ya dentro del templo, la comitiva, encabezada por el comisario, Miguel Ángel Barbado, ha escuchado las palabras de bienvenida del obispo de Segovia para, a continuación, emprender el camino hacia la iglesia de San Martín, donde esperaba un gran número de cuellaranos y personas llegadas desde todos los puntos de la provincia. La Reina Sofía ha conocido las bellas obras de arte que conforman los capítulos tres y cuatro. 
La fotografía conmemorativa de este importante día ha tenido de fondo el mudéjar característico de la localidad y el imponente castillo de los condes de Alburquerque. 

Las calles de Cuéllar se han quedado pequeñas para demostrar el cariño a doña Sofía hasta la tercera de las sedes, la iglesia de San Esteban. Las calles han estado pobladas de personas que han aplaudido y vitoreado a Su Majestad.

El Greco, Las lágrimas de San Pedro, el abrazo de Santo Domingo y San Francisco, las bulas de Isabel de Zuazo... son las maravillas que se encuentran en este espacio. 

A partir de ahora, Reconciliare queda a disposición de los visitantes, y nosotros con ella. Disfruten de nuestro trabajo. Hemos estado mucho tiempo preparándolo. 

miércoles, 15 de febrero de 2017

Eduardo Lizárraga Giménez, el último cestero de la Ribera


Eduardo Lizárraga Giménez nació en Presencio (provincia de Burgos) el 16 de septiembre de 1.929, hijo de Aquilino Lizárraga Giménez y Asunción Giménez y Giménez, gitanos y vendedores ambulantes que viajaban por la provincia de Burgos, parte de Palencia y algunos pueblos sorianos, intentando sacar a su familia adelante. Eran tiempos difíciles para casi todos, pero más si cabe para los gitanos que andaban por los caminos...

Eduardo es el último de una dinastía de cesteros de la Ribera del Duero. Ya sus abuelos, Eduardo Lizárraga Giménez y la abuela Ramona, se dedicaron desde siempre a la cestería, y digo último porque, aunque sus hijos dominan el arte de crear con el mimbre, no parecen estar muy interesados en mantener la tradición, son otros tiempos "dice". El trabajo del mimbre es muy esclavo, tienes que dedicar muchas horas para sacar apenas un sueldo que te permita vivir con dignidad. Siente tristeza al ver que ninguno de sus hijos continuará la tradición de la familia.

Eduardo tuvo 12 hermanos (5 chicos y 7 chicas), y aunque todos ellos crecieron entre cesterías y conocían el arte, solamente él y su hermano Antonio Lizárraga Giménez acabaron dedicándose profesionalmente al tema del mimbre. Los demás eligieron otros caminos, aunque tampoco había demasiadas oportunidades para los gitanos. La sensación de discriminación es algo que recuerda casi desde siempre, parecía que habíamos robado o matado a alguien, además la vida del gitano entonces era muy esclava y con muchas penurias.

Pasaban mucha hambre en aquellos tiempos y comían básicamente patatas, que cogían del campo. Algunas veces, en los pueblos, hacían trueque de cestas de mimbre por patatas, alguna hogaza de pan y tocino.

Su infancia la pasó entre bestias, carromatos y caminos, vendiendo por los pueblos y las ferias los artículos que confeccionaban mientras se desplazaban de un lugar a otro. Solían acampar cerca del río y bajaban a sus orillas para recoger y mojar el mimbre con el que preparaban sus trabajos. Todavía se acuerda de cuando hizo su primera cesta, debía de tener unos 10 u 11 años... (se le ilumina el rostro al recordar).


Una vez, cuando tenía quince años, estando con sus padres haciendo cestas en la orilla del río, apareció la Guardia Civil de malas maneras, amenazándoles y pegándoles. Tuvieron que salir corriendo. En otra ocasión estaban acampados en Baltanás o Quintana del Puente (provincia de Palencia), no recuerda bien, y apareció la Guardia Civil y no veas la que se lio (Eduardo hace el gesto de agacharse a coger piedras y lanzarlas para defender lo suyo).

También recuerda, cerca de Salas, estando acampados el tren atropelló a 5 machos y caballos, fue un desastre. En aquella época los animales eran muy importantes para ellos.

En Puentedura tuvieron una yegua que tenía muy mala leche. Una vez se les escapo por el pueblo y no había manera de cogerla, tardaron su tiempo, aunque todo acabo bien.

Una gran parte de sus vidas la han pasado en Gumiel de Izan y hará unos 30 o 40 años que sus vidas, y las de sus hijos, se estabilizaron algo con la llegada a su casa actual en Aranda de Duero.

Aunque nunca ha tenido publicidad en ningún sitio, desde hace años la gente pasa por su casa a hacerle diferentes encargos como sillas y garrafones, aunque lo que más ha trabajado son los cestos de vendimiar (hace tiempo ya) y otros tipos de cestas. Dice que la gente que le compraba cosas, hablaban a otros de su trabajo y poco a poco fue siendo conocido.


Eduardo ha hecho casi todos los cestos grandes que se utilizan para la vendimia en la Ribera del Duero. El cesto de mimbre para vendimiar hay que hacerlo de pie y es duro, no como las cestas que se pueden hacer sentado.

Siempre ha sido un amante de su profesión, me cuenta Patricia, incluso hoy día se pone en cualquier momento a hacer cestas. Me tiene rota la bañera y me moja toda la casa, es un desastre...

El segundo domingo de septiembre ha estado en Hacinas (provincia de Burgos), donde se celebra la tradicional romería de Santa Lucía y ha tenido buenas ventas. Hace mucho, en Abejar (provincia de Soria) participó en una feria y fue algo increíble, se llevaban las cestas como churros, y una, y otra, y una, y otra...

Cuando Eduardo contaba con 40 ó 50 años, le llamaron de la empresa constructora Vigar y allí estuvo trabajando, entre compresores, hasta que llego su jubilación, más o menos con 65 años. Durante todo ese tiempo no dejo de trabajar, siempre que tenía ocasión, el mimbre. Era una manera de conseguir algo más de dinero y además le gustaba hacerlo.